A veces da la sensación que existe oportunismo social al comprobar
cómo en núcleos residenciales con políticas presupuestarias homogéneas y sin
grandes dispendios aparecen, como por arte de magia, decisiones salomónicas
derivadas de la crisis. Por ello, cabe sospechar, sin pruebas que lo soporten,
que algunos recortes obedecen simplemente a la sencillez de actuar en estos
tiempos, algo que hace dos o tres años era impensable. Y si no, ¿cómo se
explica esta teoría de las proporciones inversas que, como en una matemática perversa,
cuanto más se suben los impuestos más se reducen las prestaciones sociales?. La
última decisión, que sin duda obedecerá a razones de peso, es la de suprimir el
más que raquítico servicio de transporte público de las urbanizaciones con el
núcleo urbano de Valdemorillo, dejando a vecinos, principalmente gente mayor y
adolescentes, a expensas de la caridad de los vecinos.
De nuevo nuestra
clase política demuestra oportunismo, falta de imaginación y prioridades en el
gasto y la inversión que socaban el estado del bienestar y las necesidades más
básicas de sus ciudadanos, entre los que se encuentran, además, sus votantes,
dando muestras de que la tan anunciada con toda presunción como “generación JASP” del partido en el gobierno (Jóvenes Aunque
Sobradamente Preparados) era una quimera, demostrando que les falta madurez e
iniciativas, y es que es más sencillo gobernar cuando el dinero entra y sale con fluidez y
las líneas de crédito funcionan de maravilla.
Y mientras, el Consorcio Regional de Transportes hace agua,
agobiado hasta la extenuación por las faraónicas obras de infraestructura de
las grandes líneas de transporte, en las que Metro se lleva la palma, con
líneas ruinosas construidas para darle al ciudadano lo que pedía , aunque no
estuviera a la altura del bolsillo de los madrileños, en este sentido, quién no
recuerda a la tuneladora y los arrogantes anuncios que nos decían en televisión
que teníamos el mejor metro del mundo.
Pues ahora ya no tenemos nada, ni una carretera digna, ni
una línea de transporte, ni alumbrado público en condiciones. Los vecinos de mi
urbanización se conformarán con seguir siendo honrados ciudadanos que paguen
sus impuestos (cada vez mayores) y mantengan con sus fondos comunitarios la
infraestructura de la comunidad en la que habitan. Pero no se consuela el que no quiere, y pienso
que siempre nos quedará salir a la carretera y hacer autostop, porque nada
funciona mejor en épocas de miseria que la caridad del prójimo.
Adiós, autobús público.
¿Cómo hemos derrochado en transporte?