viernes, 30 de noviembre de 2012

Einstein y los niveles de conciencia




“Los problemas no se pueden solucionar en el mismo nivel de conciencia en el que fueron creados”, si esta frase hubiera sido enunciada por un filósofo o un sincretista de los que tanto abundan en estos tiempos, tan amantes de la nueva era y de crear gazpachos de ideas, llenos de golosinas para el alma y poco desierto, tendríamos que ponerle un serio interrogante al final.  Pero asombrosamente la frase fue pronunciada por el propio Einstein, al que no parece que se le pueda atribuir estupidez alguna, al menos mientras alguien no consiga demostrarlo.
Pocas personas hay entre nosotros que no estén familiarizadas con el concepto nivel o estado de conciencia, aunque sea intelectualmente, ya que desde sus principios aquel  pequeño homínido africano, mientras se expandía por la faz del planeta también lo hacía su mente, aprendiendo cómo ciertamente la consciencia es capaz de trabajar en distintos niveles, ya sea mediante algunos vegetales alucinógenos o a través de esas prácticas que desarrollaron algunas culturas hace ya tantos miles de años y que suscitaron una amalgama de creencias y religiones, entre otras, determinadas prácticas respiratorias, el yoga, la meditación o  las técnicas contemplativas occidentales.
Parece que están llegando los tiempos en los que deberíamos comenzar a tomar en cuenta este razonamiento de Einstein ahora que la crisis comienza ser global y planetaria, y no digo tanto económica como de valores, cultura y ecología, que lo de los dineros con esos principios y solidaridad se resolverá por arte de magia. Quizás sea bueno que los que hoy día ostentan el poder  tengan en cuenta el consejo de este sabio y razonen cuán bueno puede ser que aquellos que saltan a otros niveles de conciencia, que seguro que los hay, aunque no abunden,  sean escuchados por aquellos en sus visionarias ideas sobre cómo sacarnos a la humanidad de este galimatías en el que nos hemos metido. Y no estoy hablando de creencias, mesías o salvapatrias sino de un concepto tan elemental como es el crear nuevos caminos para una humanidad que parece que está sufriendo de depresión por estos varios siglos perdida dentro de su  racionalismo


viernes, 16 de noviembre de 2012

El otoño y sus frutos



En estos tiempos otoñales, en los que el recuerdo nos trae la afición o la necesidad, dependiendo de las circunstancias, de volvernos recolectores de setas, aprovecharé para hacer un símil que viene al caso de las circunstancias socioeconómicas por las que navegamos con no poca incertidumbre.
Las sociedades humanas son como el micelio de los hongos, se extiende y puebla aquellos lugares en los que el alimento, la energía y el medio lo permiten, desarrollándose con una mayor o menor eficacia. Puesto que todos los factores son circunstanciales a la calidad de las especies y al mayor o menor desarrollo, lo que tenemos al final es una colonización con  unas cualidades específicas. Pues bien, la fructificación, cuya función es netamente reproductiva, cuando esta se produce, no es sino la consecuencia del  micelio que subyace y lleva intrínseca su cualidad.
En los tiempos que corren y con la que nos está cayendo encima en este otoño, a menudo escucho a la gente hablar de que políticos, banqueros y otros miembros con poder y control social son los responsables (o irresponsables) de la situación que vivimos, y lo indican como si fuera una casta o grupo claramente separado del resto, como una especie de depredadores que nos acosan y pastorean nuestras vidas. Más debo confesar que a veces no  comprendo bien este punto de vista. Nuestra sociedad, o sea, todos y cada uno de nosotros, somos el micelio que puebla un lugar y tiempo, y como tal nos desarrollamos y crecemos, y  nuestras fructificaciones son el reflejo de nuestra  cualidad y las individualidades no son sino de la misma naturaleza que el micelio que los produce.
No hay nada raro en nuestros estamentos de poder, si no nos gustan, es simplemente porque en ellos nos vemos reflejados a nosotros mismos, nuestras miserias y sueños pobres, nuestra falta de civismo y ética. Ellos son, en el fondo, lo que potencialmente somos todos en esta sociedad, el fruto del subdesarrollo de nuestra cultura social. Cambiemos el micelio y cambiaremos sus frutos.