Que todos actuamos con la mejor y más altruista de nuestras voluntades es un hecho que carece de discusión, pues incluso cuando decidimos manipular circunstancias o personas buscamos un fin benéfico, sea hacia nosotros mismos, hacia nuestro grupo social o, en el caso más pragmático, hacia toda la comunidad.
Pero la cuestión clave es si nuestro fundamento, esa piedra angular de nuestras intenciones, contiene el firme propósito de renunciar de antemano a nuestros logros, todo ello por si llega el caso de que nuestras pretensiones hagan resentirse el edificio social. Y es que puede ocurrir que, a medida que nos vamos afianzando en nuestro buen propósito, esa misma reafirmación puede estar creando la brecha que nos separa del bien general inicial que teníamos planeado.
Cuando una persona o grupo social adquiere un rol de responsabilidad en la gestión de una comunidad, es necesario que, de manera proporcional, su voluntad se diluya, se vuelva transparente, y deje que las cosas se canalicen de una manera suave, siempre a la búsqueda de su propio equilibrio. Pero ocurre a veces que, cuando se gestiona el poder, surge la dulce tentación de considerar que nuestro criterio es lo mejor para el bien común, y esto nos lleva a establecer la norma, y cuando esta no es tenida en cuenta, cerramos ligeramente el puño intentando que lo que tenemos en la mano no se nos escape. Pero al apretar más y más, resulta que nos cabe menos en el hueco y sobreabunda lo que se escurre entre los dedos, y así surge la oposición a nuestra idea, la que deriva en voluntades encontradas y, en el peor de los casos, en enemistades que nunca deberían darse.
Es importante mantener el buen espíritu ciudadano, desde nuestro sentido de la responsabilidad, y desde la sabiduría que -bajo la regla de la mejor humildad de que seamos capaces- nos haga entender a todos que quien gobierna está obligado a servir y comprender al grupo, y a fomentar los lazos de armonía, esto aun a riesgo de echar a perder sus propios y lícitos objetivos personales. Y misteriosa y paradójicamente, este comportamiento puede hacer que nuestras intenciones iniciales se vean cumplidas con éxito.
No sé muy bien que ha sido de un anterior texto, y desde luego ya no lo recuerdo para poderlo repetir. Creo que venía a decir algo así como que mi obnubilada mente me impedía discernir sobre tu profundo texto, que aunque bien hilado y argumentado, estaba falto de algún ejemplo que amparara tu parecer, quizá pudiera hacerlo yo, pero no me atrevo. Ya sabes que soy tan simple como el mecanismo de un azadón. Cariño de FLORO
ResponderEliminarQuerido Floro, ejemplos haylos, como las brujas , por doquier. Y todos los vivimos a diario. Un abrazo.
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